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9 oct 2009


A través de los años
por Reed H. Bradford
Publicado en Liahona de mayo de1969


“Y Jesús crecía en sabiduría y estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:52)
“Y no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud” (DyC 93:13)

Una característica de muchos de nosotros es esperar que otras personas actúen con madurez. Cuando no satisfacen nuestras esperanzas, a menudo nos irritamos. Muchas veces esta irritación se manifiesta en una ira incontrolada. Algunos padres, por ejemplo, aplican dolor físico y psicológico sobre sus hijos. En muchos casos, los primeros no están pensando primeramente en el bienestar de la criatura; están tratando de deshacerse de la impaciencia y frustración que sienten al estar emparentados con una persona inmadura.



Si los padres reflexionan concienzudamente sobre esta situación, reconocerían que el madurar requiere tiempo. Una persona no está físicamente madura sino hasta los 20 o 25 años de edad. No le podemos decir a un niño de cinco años: “Vamos, quiero que seas físicamente maduro,” y que repentinamente se transforme en un adulto. Sucede exactamente lo mismo con otras clases de madurez: intelectual, social, emocional y espiritual. El individuo tiene que pasar por un proceso de desarrollo en cada uno de estos aspectos. Consideremos los siguientes casos sobre un progreso extraordinario:

1.- El Patito Feo
Hans Christian Andersen escribió un cuento sobre una pata que estaba empollando sus huevos. Después de muchos días los huevos se fueron abriendo uno por uno, todos excepto uno que tardó más tiempo. Por fin el huevo se quebró y salió el pequeño patito “largo y feo”.

“‘Qué espectáculo es ese patito. Es imposible aguantarlo’ --y un pato voló inmediatamente hacia donde él se encontraba y lo picó en el pescuezo... Pobre patito...”

Todos los otros patos y gallinas lo picoteaban, empujaban y se burlaban de él.
Esto es lo que sucedió el primer día, y las cosas empeoraron cada vez más. El pobre patito era atormentado por todos ellos; aun sus propios hermanos y hermanas lo trataban mal y le decían: “Si siquiera el gato te pusiera las manos encima, ¡animal ridículo!” Y la madre misma deseaba que él estuviera lejos. Los patos lo picaban, las gallinas lo picoteaban y la sirvienta que tenía que darles de comer le daba puntapiés.”

Llegado a ese punto, un día huyó saltando la cerca, y haciendo que los pajaritos atemorizados se echaran a volar. “Es porque soy tan feo,” pensó el patito cerrando los ojos pero siguiendo su camino.

Más tarde llegó a la gran laguna donde vivían los patos silvestres y pasó allí toda la noche, totalmente exahusto y desalentado.

Ni siquiera los patos silvestres lo aceptaban del todo. Uno de ellos le dijo sencillamente que era un tonto.

Finalmente se decidió a ir por el mundo solo; aquí paso muchas grandes experiencias. El invierno llegó y sufrió fríos; fue una época espantosa, pero finalmente llegó la primavera.

Un día, sintiéndose impulsado, probó sus alas. Casi antes de que se diera cuenta, se encontraba en un gran jardín... ¡Todo era hermoso y se sentía la frescura de la primavera! Repentinamente, de la fronda aparecieron tres hermosos cisnes blancos... El patito reconoció a las espléndidas criaturas y se sintió envuelto en un extraño sentimiento de melancolía. “Volaré hacia donde están los pájaros reales.”

Pensó que quizás éstos lo matarían, pero se dijo a sí mismo: “Es preferible que ellos me maten a soportar que los patos me piquen, que las gallinas me picoteen, que la joven me dé puntapiés, y sufrir penas en el invierno.” Voló hacia su encuentro; cuando los otros lo vieron, se acercaron a él, que temblaba de miedo y agachaba la cabeza.

Pero, ¿qué es lo que vio reflejado en el agua cristalina? Era su propia imagen, pero ya no era esa ave grisácea y tonta, fea y poca atractiva... no, ¡era un cisne!
Se sintió sumamente feliz de haber pasado por tantas tribulaciones y necesidades; ello lo ayudó a apreciar toda la felicidad y belleza que estaban allí para darle la bienvenida. Y los tres maravillosos cisnes nadaron a su alrededor acariciándolo con sus picos.

2.- Madurez espiritual de Alma
“Ahora bien, los hijos de Mosíah se hallaban entre los incrédulos; y también se contaba entre ellos uno de los hijos de Alma, llamado Alma, igual que su padre; no obstante se convirtió en un hombre muy malvado e idólatra. Y era un hombre de muchas palabras, y lisonjeó mucho al pueblo; por lo que indujo a muchos de los del pueblo a que imitaran sus iniquidades.

“Y llegó a ser un gran estorbo para la prosperidad de la Iglesia de Dios, granjeándose el corazón del pueblo, causando mucha disensión entre la gente, dando oportunidad para que el enemigo de Dios ejerciera su poder sobre ellos.”
(Mosíah 27:8,9)

Pero un cambio se llevó a cabo en la vida de Alma. Un ángel del Señor se le apareció y le dijo:

“A menos que tú, por ti mismo, quieras ser destruido, no trates más de destruir la Iglesia de Dios.” (Alma 36:9)

Como resultado de esa experiencia, adquirió un nuevo discernimiento; él escribió:
“Pero me martirizaba un tormento eterno, porque mi alma estaba atribulada en sumo grado, y atormentada por todos mis pecados.

“Sí, me acordaba de todos mis pecados e iniquidades, por causa de los cuales yo era atormentado con las penas del infierno; sí, veía que me había rebelado contra mi Dios y que no había guardado sus santos mandamientos.

“ ¡Oh, si fuera desterrado --pensaba yo-- y aniquilado en cuerpo y alma, a fin de no ser llevado para comparecer ante la presencia de mi Dios para ser juzgado por mis obras!”
(Alma 36:12-13,15)

Pero Alma le hizo una promesa al Señor y cambió su comportamiento.

“Y ¡Oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor.

“Sí, y desde ese día, aun hasta ahora, he trabajado sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar el sumo gozo que yo probé; para que también nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo.

“Sí, y he aquí... el Señor me concede un gozo extremadamente grande en el fruto de mis obras.”
(Alma 36:20,24-25)

3.- El cambio de Bill Sands
“La niñez de Bill Sands, hijo de un padre alcohólico, políticamente prominente y una madre sádica y de sociedad, fue desesperadamente infeliz. Siendo rechazado y rebelándose en su adolescencia, se volvió un criminal terminando por estar prisionero en San Quintín. Allí conoció a dos hombres que cambiaron su vida: el famoso reformador penal Clinton T. Duffy y su compañero de celda, Caryl Chessman.

Tiempo más tarde, Sands fue bien conocido por su participación en la prevención del crimen y la rehabilitación de los convictos y ex convictos. Su relato es uno de los más inspirativos en los anales de la literatura personal”.

Una visión clara
Debemos tener una “visión clara” en nuestras relaciones con otras personas. Debemos estar capacitados para ver en ellos los potenciales divinos de sus almas. Con esta “visión clara” en mente, nuestra relación con otros puede ser de ayuda significativa. Las siguientes ideas nos ayudarán a establecer relaciones:

1.- Practicar comprensión. Esto significa tratar de ver la situación desde el punto de vista o circunstancia de la otra persona. Nuestro hijo menor se llama Randy y tiene siete años. A menudo me digo a mí mismo: "Reed, ¿cómo era el mundo para tu cuando tenías siete años?" Esto me ayuda a tener una mayor comprensión hacia Randy.

2.- Evitar la línea sensible. Cuando cruzamos la “línea sensible” en una relación, o en otras palabras, cuando herimos injustamente los sentimientos de otra persona, nos es más difícil comunicarnos con ella y ayudarla. Por otra parte, si tratamos constantemente de fortalecer nuestras relaciones con otros expresando nuestra preocupación por ellos, creamos un ambiente más productivo que da lugar a un verdadero progreso por parte del que da como del que recibe.

3.- Tener paciencia. Esto no significa permanecer ocioso esperando sólo que el progreso se lleve a cabo.

En vez de ello, necesitamos una paciencia creadora mediante la cual podamos ayudar a otro a entender el significado de los principios divinos: la importancia del Señor en su vida, el poder de “nacer nuevamente” y el gozo de progresar intelectual, social, emocional y espiritualmente.


Reed H. Bradford ha sido un reconocido profesor de sociología en BYU, Falleció en 1994 a los 82 años