.header .widget { margin-top: 4px; margin-bottom: 4px; width: 900px; padding: 0 95px; }

Titulo

Image and video hosting by TinyPic

¡Bienvenid@s!

Aún cuando los temas y materiales aquí publicados puedan ser usados con tranquilidad por los miembros de la Iglesia, aclaro que éste no es un sitio oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Y si quieres contactarme puedes hacerlo:

Vía mail: ajchinchilla@gmail.com

23 jun 2009

Reconsiderado el conflicto palestino-israelí
por Bradley J. Cook

I. CONTEXTO

Por más de cincuenta años, el conflicto entre el nacionalismo árabe palestino y el sionismo judío ha sido uno de los más prolongados y aparentemente irreconciliables conflictos en el mundo. La mayoría de las personas tienen dificultades para hablar de este conflicto en una forma objetiva o académica, ya que está tan lleno de emociones y consecuencias.

Este conflicto ha capturado la atención del mundo, precisamente porque se centra en una tierra que es santa para tres de las más grandes religiones del mundo: el islam, el judaísmo y el cristianismo. La antigua conexión que tienen cada una de las tres religiones, en particular en Jerusalén, es un problema que complica y agrava a las dimensiones políticas del conflicto. Los musulmanes tienen una conexión especial a Jerusalén, ya que es el lugar de la Mi’raj, en donde el profeta Mahoma ascendió al trono de Dios. También es la ubicación del Haram al-Sharif, el tercer lugar más sagrado para todos en el Islam, solo detrás de La Meca y Medina. Jerusalén es significativo para Judíos, ya que se encuentra el Muro Occidental del destruido Segundo Templo, el que a su vez fue construido sobre las ruinas del Templo de Salomón. Este muro es a menudo considerado como el lugar más sagrado del judaísmo.

Por supuesto que Jerusalén es también significativo para los cristianos, porque es un lugar absolutamente central al ministerio de Jesús y la crucifixión. Asimismo Jerusalén tiene especial importancia para los Santos de los Últimos Días, ya que será el lugar de un gran templo de los últimos días a ser construido antes de la segunda venida de Cristo.

El conflicto es también emocional, ya que lo asociamos con las imágenes de las perseguidos judíos escapando de los horrores de la carnicería alemana en el Holocausto y otras formas de antisemitismo. El conflicto también evoca imágenes de millones de palestinos que han sido desplazados de su patria y que se han convertido en refugiados en la Ribera Occidental, en Gaza, y en otros países árabes vecinos. A la luz de los horrores del Holocausto y el antisemitismo, uno podría preguntarse si es que la sociedad occidental ha encontrado una forma de absolverse de estos pecados a costo de la vida de los palestinos y por qué se considera que estos, los palestinos, son los culpables de la situación. También podríamos preguntar con la misma agudeza: Acaso no tiene Israel el derecho a vivir en paz y seguridad, cuando vemos a civiles israelíes asesinados y mutilados por la matanza hecha por terroristas suicidas palestinos? Si bien sentimos empatía por las víctimas en Israel, también podemos ver por televisión los disparos de soldados israelíes dándole a jóvenes palestinos o tanques israelíes destruyendo viviendas palestinas.

Este es un tema muy difícil, que elude cualquier análisis o solución fácil, pero que merece una mayor comprensión y entendimiento.

Tanto israelíes como palestinos tiene una valida y legitima reivindicación de la misma tierra, y ambos pueden y han reclamado ser la victima de la situación. Ambos han recurrido a violencia indiscriminada y el terrorismo bajo la absoluta certeza de su propia rectitud moral. A pesar de que en Occidente se suele asociar el terrorismo con actos de violencia perpetrados por palestinos y el terrorismo llevado a cabo por individuos o pequeños grupos, hay que tener en cuenta que la violencia llevada a cabo por Israel (que puede ser visto como de mayor legitimidad) puede ser definida como terrorismo por otros medios.

II. Como los Santos de los Últimos Días pueden ver este conflicto.

¿Cómo podemos como Santos de los Últimos Días ver este conflicto, habida cuenta de lo que sabemos acerca de las profecías y revelaciones modernas? ¿Dónde debería estar nuestra solidaridad, especialmente con nuestra comprensión de la profecía de que los restos dispersos de Judá volverán a la “tierra de su herencia, que es la tierra de Jerusalén” (3 Nefi 20:29)? Acaso no es la inmigración de cientos de miles de Judíos a Palestina, a partir de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y la creación del Estado de Israel en mayo de 1948, un cumplimiento directo de la profecía? Si es así, ¿no deberíamos como Santos de los Últimos Días prestar de alguna manera por lo menos nuestro apoyo moral al gobierno de Israel y sus políticas porque es la aproximación más cercana que actualmente tenemos de la incorporación política del pueblo escogido de Dios?

He oído este argumento con frecuencia en mis conversaciones con los estudiantes u otras personas que tienen una particular interpretación de las Escrituras. Los Santos de los Últimos Días no son únicos en sus simpatías hacia Israel. La mayoría de los cristianos estadounidenses comparten una afinidad trascendental hacia Israel y el sentido de una responsabilidad sagrada de proteger y preservar a Israel.

Algunos (incluidos algunos políticos) tienen una grave preocupación de que, de rendirnos en nuestra responsabilidad de defender a Israel, Estados Unidos corre el riesgo de perder el favor de la providencia divina. Como prueba de la profunda ética cristiana sionista en los EE.UU., sólo tenemos que recordar los más de $ 3 mil millones de dólares anuales que los EE.UU. entregan en ayuda militar y económica a Israel.

Permítanme reconstruir este argumento y proporcionar, tal vez, una forma alternativa de ver la cuestión como Santos de los Últimos Días. En primer lugar, volveremos esta discusión de vuelta al profeta Abraham, de los cuales los palestinos y los israelíes afirman ser linaje. En el Antiguo Testamento, Dios estableció un pacto eterno con Abraham y sus “semillas… en sus generaciones” la participación de ciertas bendiciones del sacerdocio, así como con un cierto territorio, en la que “toda la tierra de Canaán [será dada] en heredad perpetua;” (Gén. 17: 8). La tierra de Canaán se extiende desde el oeste del río Jordán al Mar Mediterráneo - parte del Israel moderno. Estas bendiciones fueron dadas a todos los descendientes y personas dentro del pacto de Abraham, no a una determinada línea de los descendientes de Abraham, aunque Isaac y Jacob (es decir, Israel) se han identificado explícitamente como los herederos. Lo que constituye “el pueblo del convenio” (los que tienen acceso a las bendiciones del pacto de Abraham) están condicionadas a la virtud y el mantenimiento de los mandamientos de Dios. El Señor dice en 2 Nefi 30:2, “Porque he aquí, os digo que cuantos de los gentiles se arrepienten son el pueblo del convenio del Señor; y cuantos judíos no se arrepientan serán talados; porque el Señor no hace convenio con nadie sino con aquellos que se arrepienten y creen en su Hijo, que es el Santo de Israel.”

En otras palabras, la elegibilidad para las bendiciones del convenio tienen menos que ver con el tema del linaje y más que ver con la virtud personal. Entonces, son los Judíos, como descendientes literales de Isaac, el pueblo del convenio de Dios?

Podrían ser, pero no necesariamente. Son los palestinos, como descendientes de Ismael, el pueblo del convenio de Dios? Podrían ser, pero no necesariamente. Son los Santos de los Últimos Días, como descendientes de Jacob (linaje por medio del bautismo), el pueblo del convenio de Dios? Podríamos ser, pero no necesariamente. La respuesta a estas preguntas depende de una variedad de factores, entre los cuales es la pureza de nuestros corazones es un tema principal. La promesa dada a la descendencia de Abraham sobre la herencia de la tierra ha sido siempre dependiente de la rectitud espiritual. Así, tanto los palestinos como los israelíes tienen una legítima reivindicación espiritual y trascendente derecho a la tierra de Canaán, pero sólo si guardan los mandamientos de Dios. Ninguno tiene el derecho exclusivo a la titularidad de la tierra, particularmente si son desobedientes. De hecho, las Escrituras indican que esta tierra será legítimamente ocupada por más de un pueblo.

El profeta Ezequiel dijo:
Y echaréis sobre ella suertes por heredad para vosotros, y para los extranjeros que moran entre vosotros, que entre vosotros han engendrado hijos; y los tendréis como naturales entre los hijos de Israel; echarán suertes con vosotros para tener heredad entre las tribus de Israel. (Ezequiel 47:22)

Entonces, ¿qué ocurre con la notable - incluso milagroso - retorno de los judíos a Palestina durante los últimos 120 años? ¿No es esto una realización de la profecía? Las Escrituras indican claramente que el Señor mismo reunirá de nuevo a su pueblo de vuelta a la tierra de su herencia. ¿Podría ser la ideología sionista de finales del siglo XIX (que fue en gran parte un movimiento laico, socialista y nacionalista) y su posterior brutal ocupación militar de la tierra de palestina ser el modo elegido por Dios para el regreso de su pueblo? Yo siempre he estado aproblemado como un santo de los últimos días con la noción incongruente de El Señor guiando a un grupo particular de sus hijos en el sometimiento y abuso de otro grupo de sus hijos, en particular a la luz del mandamiento a “renunciar a la guerra y proclamar la paz” ( D&C. 98:16-17). El establecimiento del estado de Israel y su sangrienta estela [en su independencia] son hechos históricos, de seguro. Sin embargo, dar testimonio de la fundación y la expansión del Estado israelí a expensas de tanto sufrimiento palestino me causa una profunda pausa moral. Es Dios el responsable de la prolongación de la adversidad, la humillación y el sufrimiento derivados de la pobreza de las condiciones políticas y económicas de los palestinos? ¿Es responsable del hambre, el analfabetismo, la pobreza, el desempleo, la desesperanza y la desesperación? Afortunadamente, no hay nada en las Escrituras que nos de una imagen de un Dios que ordena la creación de una entidad política a expensas de otro pueblo. [[nota del admin: y toda la primera parte del antiguo testamento????]]

Se puede argumentar, creo persuasivamente, a través del Libro de Mormón de que la reunión de Judá a su tierra de herencia ha sido profetizado por Zacarías (2:12; 8:7-8), Ezequiel (11:17, 28:25; 36:24), Isaías (11:12), Jeremías (16:14-15; 30:3), y otros. Si bien podríamos interpretar el estado actual de Israel y la inmigración judía en lo que Dan Peterson llama “el recogimiento de preparación”, él también toma nota de que “no parece cumplir los requisitos dados en el Libro de Mormón para ser ‘el recogimiento’ en todo el sentido de la palabra.” Esto abre la posibilidad de que los precursores de este recogimiento no hayan sido necesariamente dirigidas por el Señor, sino que por hombres. Dan Peterson distingue entre el Israel político y el Israel espiritual, entre el Estado-nación de Israel y el Israel establecido para los propósitos eternos de Dios, y, afirma, no son uno ni son lo mismo.3 Incluso el apóstol Pablo indica que “porque no todos los que descienden de Israel son realmente israelitas.” (Rom. 9:6).

Debemos recordar que la alianza del Señor a su pueblo siempre ha sido dependiente de la rectitud, tal como se indica en 1 Nefi 19:15: "No obstante, dice el profeta, cuando llegue el día en que no vuelvan más sus corazones contra el Santo de Israel, entonces él se acordará de los convenios que hizo con sus padres."

Entonces, cuando se producirá este recogimiento? Las Escrituras proporcionan alguna información sobre el tiempo del recogimiento.

"Por lo que, después que sean echados de un lado a otro, pues así dice el ángel, muchos serán afligidos en la carne, y no se les permitirá perecer a causa de las oraciones de los fieles; y serán dispersados y heridos y odiados; sin embargo, el Señor será misericordioso con ellos, para que cuando lleguen al conocimiento de su Redentor, sean reunidos de nuevo en las tierras de su herencia." (2 Nefi 6:11; véase también 2 Nefi 22:12, 2 Nefi 10:7)

Además,

"Y me acordaré del convenio que he hecho con mi pueblo; y he hecho convenio con ellos de que los recogería en mi propio y debido tiempo, y que otra vez les daría por herencia la tierra de sus padres, que es la tierra de Jerusalén, que para ellos es la tierra prometida para siempre, dice el Padre.

Y sucederá que llegará el día en que les será predicada la plenitud de mi evangelio;
y creerán en mí, que soy Jesucristo, el Hijo de Dios; y orarán al Padre en mi nombre.
Entonces levantarán la voz sus centinelas, y cantarán unánimes; porque verán ojo a ojo.

Entonces los juntará de nuevo el Padre, y les dará Jerusalén por tierra de su herencia."
(3 Nefi 20:29-33, énfasis añadido; véase también 21:23-28)

Así, mientras que el retorno de los Judíos a la tierra de Jerusalén es un hecho literal, al parecer se producirá en algún momento en el futuro, y sólo después de que reciban el conocimiento de Cristo, algo que por supuesto, todavía no ha ocurrido. De hecho, es posible que no se producen plenamente hasta después de el Salvador vuelva de nuevo. Cuando el Señor vuelva, la tierra de Palestina será habitada por Judios que todavía no han sido convertidos a Cristo:

48 Y entonces el Señor pondrá su pie sobre este amonte, y se partirá por en medio, y temblará la tierra y se tambaleará, y también se estremecerán los cielos.
51 Y entonces me mirarán los judíos y dirán: ¿Qué heridas son éstas en tus manos y en tus pies?
52 Entonces sabrán que yo soy el Señor, porque les diré: Éstas son las heridas con que fui herido en casa de mis amigos. Soy el que fue levantado. Soy Jesús que fue crucificado. Soy el Hijo de Dios.
53 Y entonces llorarán a causa de sus iniquidades; y se lamentarán porque persiguieron a su rey.
(D. y C. 45:48, 51-53, véase también el Zacarías 14:3-5 y 13: 6)

3 Nefi 21 habla claramente de una determinada secuencia de eventos como “una señal para que sepáis la época en que estarán a punto de acontecer estas cosas —que recogeré a mi pueblo de su larga dispersión, oh casa de Israel” En primer lugar, el evangelio saldrá “de los gentiles” (v. 6), y “una nueva ciudad será construida, llamada la Nueva Jerusalén” (v. 23), y luego “empezará la obra, y el Padre preparará la vía, entre todas las naciones, por la cual su pueblo pueda volver a la tierra de su herencia.”(v. 28). Al parecer, el tiempo del que se habla - cuando Dios mismo hará el recogimiento - esta aun algo en el futuro.

¿Qué debemos hacer de la política actual de Israel? No deberíamos tener empatía y compasión por las terribles y horribles condiciones que dieron lugar a la creación del Estado de Israel? Yo creo que deberíamos. ¿Significa esto que podemos justificar los sentimientos anti-israelíes? No, yo creo que debemos tener simpatía por Israel, al igual que debería tener por cualquier pueblo que haya sufrido de manera tan injusta y cruel a manos de sus semejantes. Sin embargo, también tenemos la responsabilidad de ver al gobierno de Israel y a sus políticas como lo que son: un Estado o nación terrenal luchando como todas las naciones hacen por poder, seguridad y autonomía, y no como una entidad política divinamente ordenado o guiada. Como tal, debemos ser muy prudentes acerca de cómo y en qué forma proveemos ayuda financiera o política o damos apoyo a Israel y no les exime a los israelíes de la misma rendición de cuentas que se demanda de nosotros mismos y otras naciones en lo que se refiere a los derechos humanos y el derecho internacional. Debemos trabajar activamente para preservar la paz y el mantenimiento de la dignidad y la supervivencia de israelíes y palestinos por igual. El Señor, como siempre, cumplirá con sus objetivos a pesar de las debilidades y los males de los hombres y mujeres, pero no creo que El inspire el mal para cumplir esos objetivos. Es seductor el tomar partido en esta cuestión emocional, que parece tan importante, pero esto es una tentación ala que debemos resistir los Santos de los Últimos Días.

Tomar partido en este conflicto no es obligatorio y, de hecho, al hacerlo se pierde cualquier superioridad moral que pueda tener para lograr la comprensión de ambas partes. El elder Howard W. Hunter, en un discurso de 1979 titulado “Todos son iguales a Dios”, citó al conflicto palestino-israelí como un ejemplo de la exclusión que, como Santos de los Últimos Días debemos evitar:
Tanto los Judíos y los árabes son hijos de nuestro Padre. Ambos son hijos de la promesa, y como iglesia no tomamos partido. Tenemos que tener amor e interés en cada uno. El propósito del Evangelio de Jesucristo es lograr el amor, la unidad y la fraternidad del más alto orden. . . . A nuestros parientes en Abraham, podemos decirles: Nosotros somos sus hermanos - y no miramos a ninguna nación o nacionalidad como ciudadanos de segunda clase.

Muchos sostienen que un conflicto armado y sangriento es inevitable en esa parte del mundo, por lo que para que involucrarse? Si bien esto puede ser cierto, lamentablemente, hay que tener cuidado en evitar la reducción del actual conflicto a una pelea religiosa entre musulmanes y Judíos o musulmanes y cristianos. Este conflicto no tiene que ver con diferencias en teología, es una moderna lucha política-nacional entre dos pueblos que afirman tener derechos a un mismo pedazo de tierra.

Es el gran conflicto final de Armagedón un conflicto religioso entre los miembros de diferentes religiones? La literatura apocalíptica de los Judíos, cristianos y musulmanes comparten características importantes en este sentido. Las tres religiones creen que habrá un inminente conflicto cósmico entre las semillas escogidas de Dios y las fuerzas del mal. Los tres creen en que el mundo conspirara contra ellos individualmente y que parecerá que están en el borde de la aniquilación. Los tres creen que, en el mismo momento en que parecerá que van a ser destruidos, serán salvados por una figura mesiánica, el mesías, que los preservara y lucharan las batallas por ellos. ¿Podría ser que los tres están en lo correcto? ¿Es posible que el mundo siga siendo cada vez más polarizado, no en términos religiosos o incluso a lo largo de líneas políticas, sino entre los creyentes en Dios y los impíos? Qué tal si los justos de los que se habla en este gran conflicto final son los justos y verdaderos creyentes de todas las confesiones religiosas, que están unidos por su fe común en Dios y que se ven obligados a soportar sus cargas los unos con los otros a fin de asegurar su supervivencia común, ya que son atacados por los malvados?. Después de todo, Sión se define en D&C 97:21 como “los puros de corazón”.

Esta también profetizado que “todos los que luchan contra Sión serán destruidos” (1 Nefi 22:14). Así, en el último y terrible momento, nosotros como Santos de los Últimos Días podríamos venir junto con los puros de corazón, con independencia de su filiación religiosa y juntos veremos con perfecta claridad la verdadera hermandad del hombre cuando nos arrodillemos a los pies de el Salvador y El declare, “Soy el que fue levantado. Soy Jesús que fue crucificado. Soy el Hijo de Dios.” (D. y C. 45:5).[nota de admin. Esta escritura me parece que sería mejor traducida si fuese con el YO antes de los Soy, como es en el Ingles] Ese será un gran día, un día para finalmente anunciar sanación y la paz eterna para una tierra y un mundo plagado de conflictos.