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7 feb 2010

La Iglesia Divina Restaurada - Parte II - Tinieblas y Luz - Capítulo 2


UNA LARGA NOCHE DE OSCURIDAD ESPIRITUAL

LAS PREDICCIONES de los profetas concernientes a la gran apostasía y las observaciones y crónicas de los historiadores y eruditos sobre ella nos muestran lo general que llegó a ser. Al considerar esos hechos, llegamos a comprender que deben haber obrado fuerzas muy poderosas para causar estas condiciones de tinieblas que prevalecieron por tan largo tiempo.

Vamos a examinar más de cerca algunas de ellas.


Directores sin inspiración

“Sin profecía el pueblo será discipado”, dijo el rey Salomón en la antigüedad.Cuán adecuadamente se puede aplicar esta palabra prófetica a esa época de la historia durante la cual los cielos estuvieron cerrados y la voz de la revelación callada. Aunque la posición que sostenían las Iglesias católicas y protestantes era razonable, a saber, que los hombres que poseían la autoridad tenían el derecho de resolver sobre asuntos controvertibles e interpretar las escrituras, sin embargo, sus afirmaciones eran falsas porque negaban los medios y el poder por los cuales venía esa autoridad. El hernano B.H. Roberts dice sobre ello:

“La posición de que la Iglesia, dirigida por profetas y apóstoles inspirados – hombres que en virtud de su sacerdocio y posición especial tienen el derecho de recibir la inspiración y revelaciones de Dios – la posición de que la Iglesia de Cristo, bajo estos oficiales, tiene el derecho de resolver todas las controversias y determinar el significado de las Escrituras es, indudablemente, una posición correcta. Pero resulta que la Iglesia católica romana ya no era la Iglesia de Cristo..... No tenía profetas ni apóstoles, ni hombres que tuvieran el derecho de recibir las revelaciones de Dios. Los papas y obispos de la Iglesia enseñaban que la revelación había cesado; y que se basaban en las Escrituras y tradición, interpretadas por ellos mismos,para guiarse. El poder que la Iglesia poseía era meramente un poder usurpado” Outlines of Ecclesiastical History, por B.H.Roberts, pág. 271)

El movimiento protestante reformó muchos de los abusos que había en la Iglesia católica, por lo cual siempre estaremos agradecidos, pero no restableció el evangelio e Iglesia de Cristo, citamos nuevamente del hermano Roberts:

“Aunque Lutero se negó a seguir reconociendo la autoridad de la Iglesia en asuntos de doctrinas, comprendía, sin embargo, que los hombres necesitaban alguna autoridad para resolver las controversias que surgirían, por consiguiente, sostuvo que la Biblia era la autoridad final en todo asunto relacionado con la fe y la moral. Pero era necesario interpretar la Biblia; su significado tenía que ser declarado, y como cada cual quedó libre para explicarla según su propia manera, hubo una confusión completa. Refiriéndose al gran principio fundamental de los protestantes, el de la justificación por la fe solamente, dice un eminente Luterano: ‘Hay veinte opiniones diferentes, todas derivadas de las Escrituras y sostenidas por diversos miembros de la Confesión de Augsburgo o Luterana’. Pronto se vió que ellos (los reformadores) estaban completamente divididos, no solamente en cuanto a asuntos de poca importancia, sino también sobre principios fundamentales. Lutero había rechazado la autoridad de la Iglesia (católica), y estableció en su lugar el tribunal de la interpretación privada de las Escrituras. Algunos de sus discípulos, obrando de acuerdo con el mismo principio, rechazaron algunas de sus doctrinas y se pusieron a mostrar según las Escrituras, que él estaba en error y que se precisaba reformar la reforma” (Outlines of Ecclesiastical History, por B.H.Roberts, págs. 273, 274)

Por lo anterior, uno puede ver desde luego que la inspiración que dirigió a los oficiales de la Iglesia primitiva no existía entre las Iglesias del período de la apostasía. Hasta que pudiera efectuarse una restauración del evangelio y de la autoridad divina, los hombres no podían gozar de esta inspiración. De una condición como ésta no podía más que resultar la confusión y tinieblas espirituales.

Observando la conducta y prácticas de los que guiaban la Iglesia, se confirma que la confusión y las tinieblas espirituales vinieron como consecuencia de esta falta de autoridad divina y la inpiración del Espíritu Santo.

El espíritu de mundanalidad

Abandonando las cosas espirituales que caracterizan la Iglesia de Cristo, muchos de los religiosos se dejaron envolver en toda suerte de cosas mundanas. Vestían ropas costosas; se enriquecían a costa de las masas por varios medios de tergiversación, como la venta de indulgencias, comprar favores de las aurotidades políticas, la adquisición de extensas propiedades, a veces mediante conflictos; tenían suntuosas fiestas y se justificaban en las riquezas que los rodeaban. Notemos lo que un escritor pagano satíricamente escribió al observar estos abusos;

“No se puede negar que, considerando la riqueza de la ciudad (Roma), aquellos (es decir los clérigos) que codician estas cosas son justificados por ir en pos de ellas, aún cuando sea con contiendas; pués habiendo logrado estos honores, son enriquecidos con las ofrendas de las grandes señoras y pasean, suntuosamente ataviados, en carrozas y preparan grandes fiestas, compitiendo con los banquetes reales” (Glimpses of the Dark Ages, por D.P. Kidder, pág. 30).

El hernamo James E. Talmage, cita las palabras del gran erudito Mosheim, en esta manera:

“Por supuesto, en esos días había poca diferencia entre la adoración pública de los cristianos y la de los griegos y romanos. Ambos usaban espléndidas vestiduras, mitras, tiaras, cirios, báculos, procesiones, ilustraciones, imágenes, vasos de oro y plata y un sin fin de otras cosas.
Por todas partes la adoración pública adoptó una forma que era más bien para ostentar y deleitar la vista. Se agregaron varios adornos a la ropa sacerdotal, a fin de aumentar la veneración del pueblo hacia el orden de los clérigos...... En algunos lugares se determinó que se cantaran alabanzas a Dios día y noche perpetuamente, reemplazandose lo acantores unos a otros sin interupción, como si el Ser Supremo se complaciera con el clamor, el ruido y las adulaciones de los hombres. La suntuosidad de los templos no tuvo límites. En ellos se colocaron espléndidas imágenes....... La imagen de la Virgen María con su niño en los brazos ocupaba el lugar más prominente”. (Artículos de Fe, por James E. Talmage, págs. 542, 543).

Sed de poder

Cuando el espíritu del mundo entra en la vida de los directores, frecuentemente va acompañado de una sed de poder. La historia testifica abundantemente que los dirigentes de la Iglesia padecían de una sed insaciable de poder. Lamentamos no poder citar sino una parte muy pequeña de esta evidencia.

El hermano B.H.Roberts, que hizo un estudio muy amplio y completo en esta materia, declara:

“La razón y una consideración debida de la naturaleza humana se combina para inculcar en nosotros la convicción de que la enconada rivalidad, odio, ambición, deben haber aumentado considerablemente cuando los obispos metropolitanos y patriarcales, en otro tiempo proscritos y perseguidos como animales salvajes, ascendieron a la dignidad de principes civiles y fueron contagiandose más y más con el espíritu del mundo, al paso que la riqueza, el honor y el aplauso popular llegaron a formar parte de su oficio eclesiástico. La historia confirma lo que la razón y el conocimiento de la naturaleza humana sugieren, porque la historia de la Iglesia, después de pasar por un cristianismo proscrito a la dignidad de la religión de estado del Imperio Romano, no es sino la melancólica historia de impía ambición, celos, disputas, contiendas, asesinatos y guerras entre los obispos rivales y sus adherentes por una parte, y luchas, igualmente impías, contra los reyes y gobernantes del mundo en busca de poder, por la otra”. (Introduction to the Documentary History of de Church, por B.H. Roberts, Tomo I, págs. xci, xcii)

Entonces nos cita la siguiente declaración del cronista Neander:

“Plugiera a Dios que no hubiera primacía, nunguna eminencia de posición, ninguna superioridad tiránica de rango, que únicamente distinguiéramos por la eminencia de la virtud. Pero como sucede en la actualidad, la distinción de sentarse a la diestra , o a la siniestra, o en el centro; en un citio más alto o más bajo; o el hecho de ir delante o al lado de uno y otro, a dado lugar a muchos desórdenes entre nosotros, sin ningún objeto benéfico y ha causado la ruina de multitudes” (Id., pág. xcii)

Por supuesto, nada de lo anterior tenía semejanza alguna con la manera de vivir instituida por Cristo. En verdad, era todo lo contrario. Sin embargo, debe esperarse que esto suceda cada vez que la influencia del Espíritu Santo esté ausente de las decisiones religiosas de los hombres.

Exceso de ceremonias

En las páginas anteriores ya se hizo mención de las pompas y ceremonias que acompañaban mucho del ritual de la Iglesia apóstata. Bastará con meramente llamar la atención a ella en esta parte. Son la consecuencia natural de la mundanalidad y la sed de poder. Disimulan las maldades que la acompañan y de esta manera engañan al incauto. En la Iglesia las vemos en el vestuario costoso, en las imágenes, en rezos, fórmulas y canciones; en ventanas con cristales de colores y en la cruz; en la misa; en las ordenanzas alteradas; en las reliquias y muchas cosas más. Todo esto es un aditamento a las sencillas ceremonias y ordenanzas de la Iglesia pirmitiva, o una perversión de ellas. Han persistido durante la larga noche de tinieblas espirituales.

Las Cruzadas

En aquella época, las cruzadas eran consideradas una actividad importante de la Iglesia. En la actualidad, los cronistas y personas serias las estiman como una mancha en las páginas de la historia del mundo. Fue la Iglesia la que inspiró su principio; fue ella quien alentó su continuación por varios siglos. El propósito de las cruzadas decía tener por objeto libertar a la Tierra Santa del poder de los infieles, los mahometanos. La verdadera razón porque se instituyeron nació del egoísmo; un deseo de engrandecer los intereses y poder político del papado. Fue un movimiento contrario al espíritu del evangelio de amor y paz. Los que tomaron parte en ellas frecuentemente se dejaban llevar del frenesí y el fanatismo. Su impulso era destruir, no perdonar y salvar. Son otro ejemplo de las maldades que resulta de la falta de inspiración o la luz del Espíritu Santo y la autoridad divina en los religiosos. Nunca podrán ser parte del verdadero cristianismo.

La superstición contra la verdad

Así como las cruzadas fueron ejemplos de la oscuridad espiritual, también lo fueron las numerosas supersticiones que existían tan firmemente en la vida del pueblo. Primeramente se manifestaron en historias fantásticas acerca de Cristo. Una de éstas decía que en su niñez hacía palomas de barro, y que al hecharlas al aire se tornaban vivas y empezaban a volar. Otra de esta fábulas afimaba que al jugar con sus compañeros, si alguno de ellos le causaba algún disgusto, inmediatamente lo hacía caer en tierra mediante un poder sobrenatural. Muchisimas otras, semejantes a éstas, existían entre la gente.

Había otras, muy parecidas a ésta historia fantástica acerca de Cristo, que referían ciertos milagros y curaciones. Por ejemplo, la siguiente:

“Entre las leyendas populares de aquellos días (la Edad Media) había una que relataba que la virgen María había intercedido ante su Hijo divino para que salvara a un monje disoluto que había muerto sin confesarse; y también que había conservado con vida, a un ladrón favorito sobre el patíbulo durante dos días, cuando este le dirigió su rezo acostumbrado cuando le pusieron el nudo alrededor del cuello” (Glimpses of the Dark Ages, por D.P. Kidder, págs. 66, 67)

Comentando lo común que eran estas cosas, el autor de referencia dice:

“Los milagros perdieron su carácter milagroso en la Edad Media por motivo de su extremada frecuencia. Llegaron a ser, como lo expresa Jeremías Taylor, ‘un prodigio, un acontesimiento sobrenatural, un milagro perpetuo de todos los días, es decir, un milagro y no milagro’. Por consiguiente, se podía presindir de ellos a veces, y se nos informa que a principios del Siglo XI el Abad Stephens de Liega rogó a San Gualterio que cesara de obrar más milagros, por la inconveniencia que estaba causando a los hermanos del monasterio el gran número de personas enfermas que llegaban de día y de noche para ser sanados” (Id., pág. 63)

Si estas cosas hubieses existido solamente entre la gente sencilla, podría haber excusa para ellas; pero como se acaba de indicar, los oficiales las alentaban y propagaban. Esto se hacía principalmente por razones egoístas y perniciosas.

Refiriendose a estas indisculpables decepciones, Mosheim dice:

“Es casi increíble la cantidad de las más insípidas fábulas y la huested de falsedades que, con el trascurso de los siglos, han surgido en perjuicio de la religión verdadera. Si alguna persona investigadora se pusiera a examinar la conducta y escritos de los maestros más grandes y píos de este siglo, temo que los hallaría a todos contagiados de esta lepra” (Introduction to Documentary History of the Church, por B.H Roberts, Tomo I, págs. Lxxvii, Lxxviii).

Cuando uno considera el noble carácter del evangelio de Cristo, puede comprender lo lejos que se habían apartado de él. En estas condiciones sólo se puede encontrar “un bajo nivel de iniciativa e independencia mentales”. Sirva ésto de advertencia a los pueblos de edades subsiguientes para que se aparten de estas cosas malas, estas maldades de la superstición, tan opuestas a la verdad. Y qué amonestación tan grande de adherirse a la verdad y sencilles del evangelio del Maestro.

La hora más tenebrosa

El cuadro que hemos pintado en las secciones anteriores es muy sombrio. Habría sido difícil dar más luz. Sin embargo, en ese cuadro, como en la hora tenebrosa que precede a la aurora, se puede percibir alguna luz. Hubo almas nobles, entre las autoridades eclesiásticas y civiles, así como entre las masas, que la buscaban palpando y esforzándose por seguir adelante. En su lucha tropezaron con desengaños, ridiculeces, persecución y a veces la muerte. Sin embargo, a causa de estas personas nobles la luz no se apagó por completo, y ayudaron a indicar el camino hacia un día futuro de mayor luz.-