.header .widget { margin-top: 4px; margin-bottom: 4px; width: 900px; padding: 0 95px; }

Titulo

Image and video hosting by TinyPic

¡Bienvenid@s!

Aún cuando los temas y materiales aquí publicados puedan ser usados con tranquilidad por los miembros de la Iglesia, aclaro que éste no es un sitio oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Y si quieres contactarme puedes hacerlo:

Vía mail: ajchinchilla@gmail.com

24 abr 2009

CARTA A UN MISIONERO

Por Wilfredo C. Román

Querido hermano:

El tiempo para salir te ha llegado, y son muchas las cosas para hacer o decir. Ahora, tu mente está un poco confusa pensando en la ropa que tienes que guardar, las direcciones que anotar, las personas que se despiden, el nerviosismo del viaje; todo eso contribuye a que sea un tanto difícil mantenerse imperturbable. Quizás desearas estar mejor preparado, conocer más el Evangelio, saber las charlas con mayor seguridad; pero en todo eso, lo mas importante es tener el deseo de servir a Dios y de compartir las buenas nuevas con los escogidos.

Tan sólo en unos días más conocerás la obra más hermosa que pueda existir sobre la tierra; podemos obtener un título universitario; podemos ser reconocidos por el mundo, conseguir conocimientos científicos, lograr bienestar; hay muchas y variadas cosas en las que podemos estar activos; pero nada de ello supera a las experiencias ganadas en el campo misional, y éstas son privativas de todo aquel que haya sido misionero. No podemos estar completos si no somos misioneros y ésta es una responsabilidad de cada sacerdote de la iglesia.

Una misión es algo especial. Sentirás el gozo de ver bautizarse a quienes tú enseñaste, gozo al escucharles orar por primera vez, gozo al mostrarles el camino hacia la salvación y verles progresar en la iglesia. Sentirás seguridad al testificar que Dios vive y saber positivamente que El escucha nuestras oraciones. Sentirás el gozo de compartir tus horas con alguien que te apoya plenamente, a quien llegaras a amar sinceramente aun cuando no le hayas visto antes y tal vez nunca vuelvas a ver en esta tierra: “tu compañero”.

Sentirás tristeza cuando te cierren una puerta, cuando alguien no quiera saber más, cuando rechacen tu mensaje. Pero por tristes que sean esas cosas, y por preciadas otras, nada será comparable a ese tiempo en que vivirás sin preocupaciones, sólo compartiendo las verdades eternas con tus semejantes.

Nunca en tu vida tendrás igual privilegio y después de ese tiempo, nada será igual: sabrás con certeza profunda el valor de la oración, con certera convicción que Dios y Jesús viven, y entonces nada podrá cambiar tu nueva vida.

Esta empresa es la más maravillosa y valiosa que existe, a ella se pueden aplicar los pensamientos de “Un sueño imposible”: “…seguir tras una estrella, no importa cuan lejana esté, ni cuanto sacrificio cueste conseguirla…pelear con un enemigo invisible y aun cuando no le veamos saber que se podrá vencerlos…, y al fin de todo, aunque nuestro cuerpo esté llagado, nuestras fuerzas hayan acabado y nos quede el último aliento, estaremos seguros de conseguir lo que era imposible.”

“Porque, he aquí, el campo está blanco, listo para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí de modo que no perece, sino que obra la salvación de su alma.” (D. y C. 4:4.)

Lo que nosotros cosechamos es para nuestro galardón, y lo que dejemos de hacer también será para nuestra cuenta. “…el campo está blanco, listo para la siega…” Podemos empezar a segar en cualquier lugar, y al sembrar preparamos la cosecha. Nuestra misión es un tiempo de prueba, es una vida corta, a semejanza de nuestra vida sobre la tierra; hay quienes son negligentes durante ese tiempo, y lo serán el resto de su vida; hay quienes aprenden a trabajar y nunca se les olvidará. Se aprende a tomar decisiones y esa capacidad durará toda la vida; aprenderás la humildad al orar y escuchar al Espíritu, cada cosa que hagas en tu misión se reflejará en tu futuro.

Será una época inolvidable, y aun cuando pasen los años recordarás con cariño aquello días en que no te importaron la lluvia ni el barro; no te importaron el frío del invierno, ni el calor del verano, sino que golpeabas las puertas buscando a los elegidos; y al caer la noche con los pies cansados, los zapatos sucios, la ropa empapada en sudor, o con la cara y las manos ateridas de frío, te arrodillaras ante Nuestro Dios y agradecerás por el nuevo contacto o la charla que enseñaron en la tarde; y entonces dormirás tranquilo, sabiendo que alguien vela tu descanso.

¿Y los que quedan en casa? Nos vamos y habrá ahí una silla vacía, un lecho sin ocupar, un silencio de nuestros pasos y de nuestra voz; no habrá por un tiempo otro domingo en que vallamos todos juntos a la iglesia ni otra noche de hogar con la familia completa; pero nuestras cartas contándoles lo que hacemos y lo felices que somos testificando que el evangelio está de nuevo en la tierra, reemplazarán en parte nuestra ausencia. Y no olvides que ellos esperan tus cartas alegres con tus logros; ¿puedes a caso estar triste, si trabajas en la obra del Señor?

Ahora formas parte de un pacífico, pero fuerte ejercito, disperso sobre la tierra con el propósito de traer a cada persona al conocimiento de Cristo. ¿No es esto maravilloso? ¿ no vale la pena cualquier sacrificio?.

Has sido llamado a “…dar buenas nuevas a los pobres…a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos…” (Lucas 4:18) Tu testimonio dará flores donde nadie pudo sembrar, dejará semillas que otros cosecharán y todo será para la gloria de Dios y para tu propia salvación. El señor sabe que tienes talentos especiales; úsalos en bien de Su obra y El te bendecirá con una corona de luz y gloria.

No olvides doblar tu rodilla y con puro corazón volcar tus pensamientos y sentimientos al Señor; dondequiera que estés El estará a tu lado, nunca te abandonará si eres fiel a Sus mandamientos.

Que El te guíe y proteja. Con sincera amistad

Wilfredo