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26 jul 2009


La obra misional que
llamamos orientación familiar


por Jay A. Parry

“Mi quórum consta de mucha gente maravillosa”, dijo el presidente del quórum de élderes; “Sin embargo, la Iglesia no parece ser muy importante para ellos”. Y moviendo la cabeza pensativo, agregó: “Me gustaría encontrar una forma de poder influir en ellos”.

La preocupación de este líder hace eco en toda la Iglesia; todos los barrios y todas las ramas tienen sus miembros menos activos, y todos los barrios y ramas tienen líderes que quisieran saber la forma de lograr un cambio en la vida de sus hermanos y hermanas inactivos.

Esta no es una preocupación moderna. Jesús habló de la oveja perdida, de la moneda de plata perdida, del hijo pródigo, todos los cuales habían sido parte del rebaño, del bolso, de la familia, y después se habían perdido.

Junto con estas parábolas, el Salvador dio una amonestación en forma de pregunta:
“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?"

“¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?” (Lucas 15:4,8)

Nuestra asignación es clara, y con ella, el Señor nos ha dado los medios para cumplirla: la orientación familiar.

Como dijo el Pte. Harold B. Lee: “La obra misional no es otra cosa que brindar la orientación familiar a aquellos que todavía no son miembros de la Iglesia, y la orientación familiar no es ni más ni menos que la obra misional entre los que son miembros de la Iglesia” (Conf. Gral. octubre 1964)

En un discurso sobresaliente sobre la “obra de reactivación”, el élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce declaró que “la activación requiere conversión”, tanto como la obra misional lo requiere de las personas que no son miembros de la Iglesia.

Luego hace hincapié en que hay otras formas de enseñar a la gente además de las clases regulares de los quórumes y de la Escuela Dominical. “Hemos visto en los estudios realizados al respecto, que el 30% de aquellos a quienes se invita a las reuniones concurren a ellas. En cuanto al resto, la experiencia ha demostrado que si se les trata debidamente, ocho de cada diez permitirán que los líderes del sacerdocio vayan a sus hogares a enseñarles, Hermanos, ante hechos tan evidentes, ¿qué es lo que tememos? Estas estadísticas demuestran lo importante que es el no ser únicamente preocupados espectadores, porque francamente, la razón por la que se logra tan poco es que estamos haciendo muy poco".

En una ocasión alguien le preguntó a un experto tallador de madera cómo podría llegar a ser como él, a lo cual, el experto, sin vacilación alguna, le contestó: “Sencillamente, comience a tallar la madera”. Hermanos, ¡comencemos a tallar nuestra madera!” (Liahona julio 1982, pág. 77)

La encomienda es grande, pero algunos líderes, junto con sus maestros orientadores, ¡están realmente tallando la madera! Al aumentar sus esfuerzos para con los miembros que tienen a su cargo, están haciendo progreso en una forma que jamás habrían pensado que era posible.En un área que comprende varias estacas, los líderes del sacerdocio y los maestros orientadores visitaron más de 500 hogares de miembros menos activos, la mayoría de los cuales anteriormente habían rehusado una invitación para asistir las clases de preparación para entrar al templo.

“¿Permitiría que estos buenos maestros orientadores vinieran a su hogar una vez a la semana para enseñarles el evangelio?”, fue la solicitud de los líderes. “No queremos presionarle ni pedirle que haga nada. Solamente explicaremos los principios del evangelio, y tanto como usted como su familia pueden tomar su propia decisión.”

¿La respuesta? En el 80 por ciento de los hogares, las familias aceptaron la proposición, o sea, ¡400 familias que ahora reciben los beneficios del aspecto misional de la orientación familiar! Y los casos como los siguientes fueron numerosos: Los asuntos de negocios de un élder inactivo lo obligaban a viajar fuera de su ciudad seis noches a la semana. Generalmente sólo estaban en casa el sábado a la noche y durante el día domingo; sin embargo, cuando sele preguntó si aceptaría clases semanales en su hogar, aceptó. Después de la primera clase el sábado por la noche, decidió asistir a la Iglesia a la mañana siguiente; ahora sirve en la presidencia del quórum de élderes.

En otra familia, el padre era alcohólico. Aceptó a los maestros orientadores en su hogar semanalmente, y en forma gradual su esposa e hijos se activaron. Aun cuando el hombre todavía es un futuro élder, ha hecho grandes progresos. ¡Y su hijo mayor, reactivado por medio del programa de orientación familiar, es ahora un misionero regular!

Una joven pareja reconocía que debían asistir al templo, pero todavía no tenían deseos de asistir al curso de preparación para el templo; sin embargo, permitieron que sus maestros orientadores vinieran a su hogar a enseñarles una vez a la semana. Ahora el joven esposo dice: “No es que yo fuera rebelde; simplemente no entendía el evangelio”.

En cierta oportunidad comentó a sus maestros orientadores: “Sé que tienen familias y están ocupados, pero apreciamos sus visitas. Necesitamos sus enseñanzas”.

Podemos encontrar un elemento común en todos estos casos, como en otros cientos (o quizás miles) que se podrían contar. La idea básica es que no enseñamos a las familias todo lo que nosotros queremos que escuchen; más bien, empezamos por enseñarles lo que están preparados y capacitados para escuchar.

La diferencia es crítica. Si enseñamos más allá de lo que la familia está capacitada para aceptar, podemos fácilmente crear una situación negativa. La familia se puede poner a la defensiva, pueden hacer caso omiso de lo que decimos, o pueden pedirnos que detengamos las enseñanzas. No se comunica el mensaje, el Espíritu no tiene la posibilidad de testificar al corazón de la gente, y se ha perdido la oportunidad.
He aquí algunos pasos básicos para hacer que la orientación familiar tenga éxito al realizarse entre miembros menos activos:

1.- Orar para captar el Espíritu al preparar y presentar su lección


Ningún otro factor es tan importante como el lograr que el Espíritu testifique a aquellos que está enseñando. Es por “el poder del Espíritu Santo” que podemos “conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5).

2.- Asegurarse de que la familia sabe que usted no va a presionarla durante la enseñanza.


Cuando se dirija a la familia en su hogar, dígales que sus enseñanzas no traerán consigo ninguna clase de presión. Más tarde, puede que el Espíritu le inste a animarlos a que se comprometan con algunas metas, pero eso será más tarde, siempre y cuando sea el momento preciso y el Espíritu le inspire a hacerlo.

Por el momento, lo que necesitan saber es que no estarán sujetos a ninguna clase de tácticas de presión. Se le puede decir algo así: “Hermano García, venimos a visitarlo con una idea que quizás le pueda interesar. A mi compañero y a mí nos gustaría visitarlo semanalmente para enseñarle más acerca del evangelio. Nuestra enseñanza no acarreará presión ni esperamos nada a cambio.

Solamente le hablaremos de los principios del evangelio y luego ustedes pueden decidir por sí mismos qué desean hacer con ellos.

”Un líder de quórum dijo que la respuesta casi nunca fue negativa cuando usó este tipo de enfoque. “Primero, me aseguro de que hablo tanto al esposo como a la esposa”, dice. "Si no están ambos durante la visita, ni siquiera menciono la idea de enseñarles, sino que le digo al que está que los visitaré nuevamente.

Segundo, evito dar a las personas menos activas con las que me pongo en contacto, una forma fácil de decir que no. Cierta vez visité a un hombre que había solicitado que no lo visitaran los maestros orientadores. Antes de que hubiera terminado mi frase, me pude dar cuenta de que su respuesta iba a ser negativa, por lo que no pedí una respuesta, sino que simplemente dije: "¿Por qué no lo piensa? y lo visitaré la próxima semana".

A la semana siguiente, cuando lo visité, creo que se sorprendió al verme. Le hablé un poco sobre la primera lección, pero nuevamente me di cuenta que me iba a rechazar, así es que no le di la oportunidad. Le dije que lo pensara un poco más, y que volvería en una semana.

La semana siguiente sucedió la misma cosa; empezaba a pensar que nunca lograría progresar. Sin embargo, la semana siguiente no esperó a que yo fuera a su casa; ¡él me llamó!

Una vez que empezamos a enseñarle, su esposa vino a mí con lágrimas en los ojos. "Es la primera vez que veo a Juan interesado en la Iglesia", dijo.

3.- El siguiente paso para la orientación familiar con miembros menos activos es evitar el método de "reconocimiento y ataque".


Si se da cuenta de que una familia tiene un problema particular para vivir el evangelio, no ataque ese problema. Evítelo por el momento; la mayoría de la gente se da cuenta de su error. Los maestros orientadores pueden fortalecer a sus familias sin atacar sus prácticas, sino mas bien concentrándose en otros principios y permitiendo que el Espíritu dé testimonio de ello.

Por ejemplo, un futuro élder rehusó asistir a la Iglesia porque fumaba. "No creía que la Iglesia era tan importante", dijo.

Sin embargo, tanto él como su esposa decidieron permitir a los maestros orientadores a que los visitaran cada semana y les enseñaran. No se mencionó el cigarrillo hasta que el mismo esposo lo trajo a colación algunas semanas más tarde. Después de tres meses comenzaron a asistir a la Iglesia todas las semanas.

Aún lucha con el cigarrillo, pero ahora comprende que "la Iglesia es para perfeccionar a los santos, y no es una casa de reposo para los que ya son perfectos" (Elder Neal A. Maxwell, Liahona julio 1982, pág. 77).

4.- Evitar enseñar por medio de muchas preguntas.


Muchos miembros menos activos se sienten incómodos al tener que contestar preguntas sobre el evangelio. Por el contrario, el maestro puede presentar el material como una charla (varias ayudas visuales pueden avivar la lección) a la vez que anima a la familia a que haga las preguntas que desee.

5.- Permitir que sea siempre el padre el que presida en el hogar.


Es él quien tiene la autoridad en el hogar de seleccionar quién dará la primera y la última oración. Una vez que esté preparado para orar, lo hará él mismo; mientras no lo haga, los maestros orientadores deben permitirle ejercer su autoridad de pedir a otras personas que oren.

6.- Nunca se debe enseñar más allá de lo que las familias deseen recibir.


Un maestro sensible ante el Espíritu, como también ante las necesidades de la familia que enseña, puede darse cuenta de cuándo ésta empieza a responder negativamente a su mensaje. Algo que ayudará es adherirse a los principios básicos del evangelio durante la enseñanza. Algunos maestros orientadores se han dado cuenta de que es una buena ayuda empezar con unas cuantas lecciones fundamentales, tales como el plan de salvación, la expiación de Jesucristo, la forma en que llegan las revelaciones, la apostasía y la restauración del evangelio, y el Libro de Mormón. (Muchos materiales para estas lecciones básicas pueden encontrarse en principios del Evangelio y en Predicad Mi Evangelio)

7.- No tratar de empujar a que la familia se comprometa.


José Smith dijo: "Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos". Los maestros orientadores pueden usar este mismo método con sus familias menos activas, simplemente enseñando y testificando. Más tarde, una vez que la familia progrese, el maestro orientador puede sentir el impulso del Espíritu Santo para sugerir fijarse algunas metas, pero la naturaleza de estas metas deben dejarse generalmente como una decisión familiar.

Un futuro élder en Utah temía ir a la Iglesia porque no deseaba que lo llamaran a decir una oración o que le hicieran preguntas. Después de dos meses de que se le enseñara el evangelio en su hogar, él y su esposa aceptaron la invitación de asistir a las clases de preparación para el templo. Poco tiempo después hicieron de la asistencia a la Iglesia su meta, a pesar del temor del hombre. Fue su propia decisión como resultado de su progreso en el aprendizaje del evangelio. Ahora él ya ha sido ordenado élder, y junto con su esposa se sellaron en el templo.

8.- Seguir el consejo del Señor a sus siervos como se encuentra en Doctrina y Convenios 4:6.


"Tened presente la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia, la bondad fraternal, piedad, caridad, humildad, diligencia."

Un maestro orientador que se ciña a estas pautas se compenetrará más en las necesidades de la familia que en las estadísticas o en otros problemas parecidos. Será tolerante ante un progreso lento. Estará deseoso de participar en una obra de amor y sacrificio, dándose cuenta de que la impaciencia y los compromisos apurados de la familia no lograrán los resultados finales que espera.

9.- Finalmente, recordar que más importante que cualquier material que los maestros orientadores presenten es el sentimiento de la familia durante la visita.


La armonía es más importante que la información.

Una pareja que estaba teniendo algunos problemas conyugales aceptó que sus maestros orientadores fuesen a enseñarles cada semana. a medida que éstos los visitaban semana tras semana, el esposo y la esposa gradualmente lograron estar más y más reconciliados. La esposa explicó más tarde que "cuando los maestros orientadores están en casa, mi marido es la persona más amable del mundo. ¡Espero que sigan viniendo los próximos cuarenta años!"

La belleza de la orientación familiar al desarrollarla en esta forma es que se enfrenta con la familia justo en su lugar de residencia. Un hombre no quería saber nada sobre las creencias de la Iglesia después de haber sido sumamente ofendido por un miembro ya hace varios años. “Todos los miembros de la Iglesia son unos hipócritas”, decía. El líder del sacerdocio que lo estaba visitando no estuvo de acuerdo ni en desacuerdo, sino dijo: "Yo también he visto cosas en mi vida que no son justas ni imparciales. Es triste que las cosas sean así a veces".

El hombre se sorprendió ante la respuesta del líder e invitó a sus visitantes a pasar a su hogar para conversar sobre su asunto.

"Escuchamos sinceramente hasta que vació su amargura", dijo el líder más tarde; "luego conversamos sobre todo lo relacionado al amor y el perdón del Salvador, teniendo especial cuidado en no mencionar las acciones específicas de los miembros de la Iglesia. Le explicamos que tenía la gran oportunidad de desarrollar la capacidad del perdón. Al despedirnos, le preguntamos si podríamos volver para conversar sobre el evangelio. Nos contestó que éramos bienvenidos a visitar su hogar cuando quisiéramos".

Desde entonces los maestros orientadores han visitado ese hogar muchas veces y han sido testigos de un cambio completo en la actitud de ese hombre.

No todos los casos de los maestros orientadores que hacen obra misional entre los miembros menos activos han terminado en un éxito dramático; sin embargo, lo sobresaliente es que las oportunidades de enseñar rara vez terminan.

Una vez que las familias están de acuerdo con que se les enseñe, casi nunca eligen la posibilidad de terminar esas enseñanzas, y ya sea que se lleguen a activar o no, progresarán en sus vidas.

Los maestros orientadores eficaces pueden hacer una diferencia en la vida de las personas. Al enseñar el evangelio a una persona y a su familia, la familia ganará más “información divina” en que basar las decisiones necesarias en su vida.
El proceso de enseñanza puede llevar el Espíritu de Dios a los corazones y hogares de las personas participantes, y la familia se sentirá más amada y aceptada de lo que jamás se haya sentido en su vida.

Más aún, la enseñanza puede tener también un impacto tremendo en los maestros orientadores.

"Puede haber problemas y pruebas", dijo un maestro orientador, "pero si uno persevera y permite que la familia sepa que le va a apoyar, progresará. Orientar eficazmente a la familia que se le asigne lleva tiempo y esfuerzo, pero una vez que uno se interesa y se compromete a la orientación familiar, puede ver realmente como el Espíritu dirige la obra. No exagero al decir que mi trabajo como maestro orientador ha cambiado literalmente mi vida. Estoy llegando a ser la clase de persona que siempre desee ser."

Jay A. Parry es editor senior de Deseret Book Company.
Es autor y co-autor de numeros libros y ha publicado numerosos artículos relacionados con asuntos de la Iglesia. También ha presentado varias series de clases en la semana de la educación en BYU.



Mensaje publicado en la Liahona de junio de 1983